La Europa de Lars von Trier

Comentario libre sobre la trilogía de Europa del cineasta Lars von Trier. 
Conformada por El elemento del crimen (1984), Epidemic (1987) y Europa (1991).
Contiene SPOILERS.

Imagina que vas al cine, y entras a ver una película que se titula El elemento del crimen de un tío danés que se llama Lars von Trier, y que va de un policía y una puta tratando de resolver un crimen. Imagina que sales de la película, y decides entrar a otra película que se llama Epidemic, del mismo director, el mismo tío danés. Entre película y película te da tiempo a leer algo en internet sobre este tipo, que al parecer se puso el interapellido “von” en un juego de estudiante de cine gamberro y socarrón, porque un profesor suyo les decía, a él y otros compañeros, que eran unos “niños daneses caprichosos”.


Pero como digo, imagina que entras a esa segunda película, que se titula Epidemic y que trata de dos tipos que intentan escribir un guion de cine. Antes de la peli en la pantalla ha aparecido un crítico de cine (Sergí Sanchez) que te explica que es una peli hecha con poco presupuesto, en una apuesta del tío este llamado Lars a que sería capaz de hacer una peli con un millón de coronas danesas, por lo que no te sorprende que cuando empieza la película, el tipo este Lars sea uno de los actores, el principal.

Bien, recapitulamos: estás en el cine, estás viendo la segunda película, que se titula Epidemic y que protagoniza el director de cine que se puso un ‘von’ entre su nombre y apellido, donde interpreta a un guionista que intenta escribir un guion de cine junto a otro amigo, interpretado por Niels Vørsel (también guionista fuera de la pantalla). El guion que ya tienen escrito se les ha borrado, y tienen que escribir uno nuevo en pocos días. ¿Intentar reescribir lo que habían trabajado? ¿Recuperarlo? No, hagamos otra cosa, dicen. Y titulan: El policía y la puta. Tú piensa que acabas de salir de una película donde un policía y una puta resolvían un crimen. Una película, del mismo tipo, el mismo tío que se puso el apellido ‘von’, que se titula El elemento del crimen. En definitiva, sin decírtelo, te lo dicen = VAIS A VER LAS PELÍCULAS QUE SE NOS PASE POR LOS COJONES HACER.

A partir de aquí empieza la paja mental de estos dos tipos escribiendo su guion, investigando, explorando, hasta dar con la película que quieren hacer: «Epidemic», retitulan. Harán una película sobre una pandemia que asola Europa y cuyo supuesto redentor es su propagador mismo, un cura. Mientras van escribiendo (jugando), las imágenes de esta idea se interponen en la narración (como ‘von’), distinguidas formalmente porque estas segundas, vamos a llamar, de la historia de Epidemic, están grabadas en 35mm y poseen mayor definición.

El relato entre ambas narraciones se va superponiendo en un ejercicio de metaficción onírico y onanístico, (donde el protagonista de la historia de Epidemic, el cura, es interpretado de nuevo por el propio Lars), de esos que solo se permiten hacer quienes tienen por interapellido ‘von’.

La primera narración, la parte de la escritura del guion, está grabada en 16mm., con un estilo cuasidocumental, que te haría creer que es un metadocumental de cómo Lars y sus amigos hacen cine y realizan una película.

Lars y Vørsel son dos estudiantes de cine jugando a ser directores de cine, y por eso se lo pasan tan bien. Epidemic, vamos a decir, EPIDEMIC en mayúsculas, es decir, el metraje completo, es un ejercicio de metaficción que enseña sus costuras, que se ríe de sus propios artilugios. Tomando por definición de arte (o aquello que aspira a serlo) la que tiene por propia el personaje de la ‘Camarera filósofa’ de A. Sanzol en El bar que se tragó a todos los españoles, que entiende por obra de arte la suma de creatividad y técnica; Epidemic es una película que deja al descubierto las herramientas de lo segundo: mira cómo construyo mi película, mira cómo creo este ambiente opresor y húmedo donde van a pasar cosas muy feas, mira qué elementos pongo en escena para criticar la Iglesia y la educación.

Y que todo juegue a favor de lo que quieren contar. O al menos lo que creen que quieren contar. Valiéndose de utilizar el dolor ajeno (como todo creador),robando donde los demás escuchan juzgan o empatizan.

Simultáneo a toda la construcción del guion y la superposición de narración de la historia de Epidemic, en el primer nivel diegético, mientras los amigos van y vienen en su quehacer fílmico, uno de ellos, el interpretado por Niels, enferma. Cuando Lars va a visitarlo al hospital, accede también a ver una autopsia donde los forenses le explican que están asistiendo a muertes particulares, posiblemente debido a una enfermedad de rápida transmisión, posiblemente una epidemia.

Hacia el final de la película, los personajes de Lars y Niels presentan el guion de la historia de Epidemic al productor, quien queda bastante decepcionado al descubrir que solo han escrito 12 páginas, (y que nosotras, las espectadoras hemos visto en esos planos bellísimos y poéticos intercalados en la construcción del guion). Todo esto en una cena superelegante, vestidos de etiqueta, en la que piensas que al principio el personaje de Lars va a fingir que sus amigos son sus criados, y en la que entiendes el porqué de tanta parafernalia previa con el dichoso vino y la amiga pegándose el palizón en la cocina, pollo p’ arriba, pollo p’ abajo. .

Bien, pues en ese pitch snob y bizarro los guionistas han invitado a unos amigos con la intención de sorprender al productor. Un hombre de avanzada edad y una mujer que apenas sin intercambiar palabra, se sientan a tomar café y compartir con ellos la sobremesa. El hombre, hipnotiza a ella para que “se meta” en la historia de Epidemic y cuente lo que ve. A partir de ahí, el horror máximo de toda la película, consecuencias irreversibles, que tú dices, ¿qué necesidad de jugar con fuego? A mí me recuerda a cuando de pequeña con unas amigas hicimos una especie de hipnosis a otra amiga, un truco que nos habían enseñado otras chicas mayores y que consistía en ir contando números mientras los brazos subían poco a poco, y si llegaban a juntarse por encima de la cabeza en una palmada significaba la muerte. Mi amiga ni murió ni llegó a dar ninguna palmada, pero sí subió mucho los brazos y terminó poniéndose blanca, muy blanca, hasta el punto de mediodesvanecerse. Y al llegar a casa tus padres cuando se lo cuentas te dicen ¿y vosotras para que hacéis eso?, si luego pasa lo que pasa. Pues eso.

Y ese último plano ese breve pero imprescindible de la misma escena pero en 35 mm., y por tanto, de la historia de Epidemic, que te dice (o al menos así lo entiendo yo), este es el guion completo; EPIDEMIC en su totalidad, es eso, un queríamos hacer esta película y esta es la película que hemos hecho, un vamos a hacer las películas que queramos, ya sea sobre epidemias, o un policía y una puta resolviendo un crimen.


Bien. Volvamos ahora a esa primera película, El elemento del crimen. La historia comienza lejos de Europa, en El cairo. Un hombre acude a terapia para tratar de recordar un suceso traumático que ocurrió en el continente europeo, cuando ejercía de detective. De nuevo por medio de la hipnosis, (aunque recordemos que esta película es previa) el psicoterapeuta le hace adentrarse en un viaje a su subconsciente, con el fin de sacar a la luz qué sucedió a través de la regresión.

Desde ese momento el viaje interior y la película es una navegación por las profundidades del terreno de lo freudiano, que aparece representado a través del agua y lo subterráneo.

Fisher, el protagonista, comienza a recordar su paso por el continente Europeo. Allí trató de desentrañar una serie de crímenes, siguiendo el criterio propuesto por su maestro Osborne, quien había desarrollado todo un método de investigación criminal llamado «El elemento del crimen» que invita a adoptar el punto de vista del asesino; salvando las distancias, vendría a ser lo que para los intérpretes es el método de interpretación actoral propuesto por Stanislavski.

Esta inmersión en la psique del criminal le lleva a sumergirse en terrenos pantanosos, escenarios siempre húmedos, hostiles, putrefactos, siempre oscuros. Una Europa hueca y miserable que se descuartiza por momentos, donde constantemente llueve con hostilidad. Este ambiente denso se refina con unos sugerentísimos planos en ámbar sensual (junto a algunos destellos en azul), un suave velo amarillento de una particularidad sibilina, cautivadora, hipnótica.

Si la película fuera una textura, sería la sensación de pisar descalza el fondo de un pantano, fanganoso y embarrado, tierra mojada que se hunde al paso, mezclado con algas viscosas y ramas y piedras punzantes que se clavan en la suela del pie

En su búsqueda Fisher se topa con una mujer (la prostituta) quien le acompañará a lo largo de la historia. Porque, ¿a qué mujer no le apetece poner en peligro la integridad de su vida por acompañar a un tío embriagado de sí mismo para dar caza a un asesino? Pues eso.

En fin, que el film se va retorciendo, tornándose cada vez más asfixiante. A Fisher, el dolor de cabeza que tiene (inoculado por el método de adopción del punto de vista del asesino y bla, bla, bla), le va cada vez a más. Y ante ello se va drogando y todo en definitiva se vuelve más sucio, feo y raro. Y así hasta el final, donde gracias a la hipnosis Fisher ha podido recordar la verdad sobre ese incidente turbio y oscuro que le traumatizó. Moraleja: no vayáis a terapia, porque al final, terminas peor. Si pese a los síntomas se puede ser una persona perfectamente funcional en sociedad (con episodios de neurosis de vez en cuando, bien), es mejor quedarse una como está.


Y finalmente, Europa, última película de la trilogía que lleva el mismo nombre. Voy a ser breve, porque me está quedando una cosa larga y pedante que me aburre hasta a mí, y como este es mi blog, puedo hacer lo que me apetezca.

Si la hipnosis ya está presente en los dos primeros films, con ella entramos también a saco en la tercera. Sobre la imagen de un tren que avanza por las vías, una voz tenue: «…Cuando cuente hasta diez, estarás en Europa…». ¿Hemos salido de la primera película?

De nuevo lluvia y un continente en ruinas, devastado tras la guerra. La historia trata de un joven americano, Leopold, que llega a Europa para trabajar en la principal empresa ferroviaria del país, gracias a su tío.

Leopold, un joven idealista e inocente que llega a un lugar hostil donde todos se conocen, a una partida que ya ha comenzado donde cada cual ocupa su lugar estratégico en el tablero. Leo llega al escenario con la inocente idea de poder realizar su trabajo y pasar por la vida sin molestar a nadie, pero pronto va descubriendo que cada acción, decisión u posicionamiento puede ser entendido como una deslealtad.

En un entorno lleno de intereses personales y políticos, donde la guerra apenas acaba de terminar, ¿cuánto contar? ¿en quién es posible confiar? De una manera casi inevitable Leo va metiéndose en compromisos y situaciones incómodas que le van aplastando paulatinamente y de las que difícilmente se va a poder zafar. Esa neutralidad a la que él se trata agarrar, tan detestable para la mayoría de personas -sin pase alguno para una sociedad tan polarizada como la actual- en el fondo termina por comprometerle más todavía, ante un mundo que le grita detrás de la nuca: TOMA PARTIDO, HAZ ALGO, POSICIÓNATE.

Al final el protagonista se ve abocado a llevar a cabo una serie de acciones con consecuencias terribles, que implican acabar con la vida de otras personas. En lenguaje coloquial, está agarrado por los huevos, ya que su mujer está secuestrada y corre peligro de muerte. Un dilema que despierta la pregunta de hasta qué punto el es responsable, y qué verdadero margen de actuación como individuos tenemos y bla, bla, bla.

De las tres, Europa es la que mayor contenido político, referencias y profundidad, creo, tiene. A modo de disculpa honesta y humilde diré que creo que no poseo el juego completo de referencias como para llegar a hacer una lectura más o menos amplia (muy a mí pesar). Además, la película tiene escenas absolutamente desternillantes, (como cuando Leo tiene que examinarse en medio de toda la vorágine que le está sucediendo) de un humor bastante negro, todo hay que decir.

En lo formal, cabe mencionar que a pesar de que la película es en blanco y negro, algunas escenas aparecen en color, según lo interpreté yo, en aquellas con mayor carga emotiva. Un recurso sencillo y efectivo, aunque bajo mi punto de vista el efecto conseguido tampoco es tan remarcable. Sí que me parece más destacable el montaje en algunos planos, que pongo aquí abajo. En general, la composición está supercuidada a lo largo de toda la película, dejando fotogramas que podrían ser fotografías espectaculares.

Si bien este estilo plasmado en Europa-trilogía no es de todos los de Lars del que soy más devota, creo que Lars consigue lograr una obra superior homogénea, un universo particularísimo, completo y autosuficiente por sí mismo, y eso me parece digno de alabar. ¿Que le encanta ser provocador y presuntuoso y todo lo que tú quieras? Sinceramente, nunca he entendido estas críticas. Es su cine, y digo yo, que en su derecho está de hacer lo que le venga en gana. Y si como espectadxr te parece un ejercicio pretencioso y solipsismo y ególatra y todolohorriblequeselequieraetiquetar es tan sencillo como no verlo.

El debate de para qué sirve el arte o al servicio de qué debiera estar puesto me parece otro.


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